martes, 27 de septiembre de 2011

¿Cómo vas a ser mi amiga, si por ti daría la vida?


                            
      
Olvidarte, olvidar lo nuestro, es como olvidar quién soy. No preguntes el porqué, lo sabes demasiado bien. Té amé y aún te quiero. Añoro cada uno de los poros de tu piel, tan suaves al tacto. Tus suspiros al sentir mis labios sobre tu cuello. Tus uñas sobre mi espalda, tus manos dibujándome fantasías mientras me susurrabas que nunca te dejara. Y jamás lo hice. Tú no puedes decir lo mismo.
Fueron tan efímeros, tan fugaces, esos días a tu lado... El sentimiento más fuerte que jamás nadie haya podido sentir ha sido mi amor tan lleno de cariño y admiración a ti. Te he adorado tanto que he llegado a odiar tu imperfecta perfección.

No puedes pues, pedirme que lo dejemos y que, sin más, me olvide de ti, de tu pelo, tu sonrisa y de tus besos. Manso era el tacto de tus cobrizos cabellos, enredados entre mis dedos, que ondulantes se excitaban cuando el viento les hacía volar... Y sintiendo tu olor, te observaba tan de cerca que costaba respirar. Toda la belleza de un atardecer en el mar se reflejaba entonces en tu profunda mirada.
Qué labios más dulces, más agrios, más salados, más amargos, los tuyos. Tiernos al encuentro, agrios al enfado. Salados cuando bailábamos al mecer de las olas del mar. Amargos al adiós.


Bellas tus manos. Suaves y traviesas, tan inocentemente atrevidas eran las únicas capaces de diseñar imágenes surrealistas sobre mi tímida piel haciendo explotar en mí mil sensaciones electrizantes con sólo una caricia. Hechizantes tus piernas, las mismas que me atrapaban en las sofocantes noches de agosto en tu cama y que me hacían desear convertirme en su eterno prisionero. Tu blando pecho se convertía así en mi almohada y tus mejillas en mi escudo nocturno. Tus brazos se apoderaban de mí encarcelándome en tu libertad. Dime, ¿cómo se borra todo de la mente? ¿Cómo se dejan atrás todas las horas en las que nos fundimos con una simple mirada? ¿Cómo se quitan tus gemidos de mi cabeza? ¿Cómo se olvidan mis labios de tus yemas? ¿Cómo se deja de lado una parte así de mi vida?


No me pidas la Luna. Sólo tú eres capaz de hacer llegar a una persona hastá más allá de las profundidades del universo. Así que no me supliques que te olvide, no me pidas que te ayude a dejarme. No me obligues a olvidarte. No me instes que deje de sentir las nubes en mis pies, las manos sobre el mar; no me obligues a dejar de sentir lo que siento estando enamorado de ti...

Y ya casi acaba setiembre...

 
Llego a casa a las ocho más cansada de lo normal. Serán esas horas extra de trabajo, será el bochorno de estos días. "El veranillo del membrillo", he escuchado decir a alguien en el metro. Claro, como es época de membrillo... Y para mí, es ahora cuando empieza lo bueno. El otoño. Octubre. Las tardes de lluvia y las hojas marrones por todas partes, el inicio de un frío que te obliga a llevar encima algo más que un simple jersey. El fastidioso cambio de hora que te hace valorar más la luz del sol y su calor. Noviembre. La castañada y los panallets con membrillo de la abuela, mi cumpleaños; esa sensación de ya estar rozando las Navidades.

Me quito las sandalias (que todo lo que tienen de bonitas lo tienen de incómodas) y me siento en el sofá mientras oigo cómo mi hermano canturrea en la ducha. Decido entonces dedicarme unos minutos acompañada de John Mayer y una tazita de té... Y si cierro los ojos, tengo una sensación de bienestar que no cambio por nada del mundo. Descansar, por fin. Alejar la mente de los trabajos de la universidad, el francés, el alemán y todo el papeleo. Sentir el vapor del té bajo mi nariz mientras mis músculos se relajan... Y poder dejarme llevar por mi imaginación. Inventar historias imposibles con el chico del metro que me ayuden a evadirme un ratito. Soñar con historias más bonitas que la realidad. Pensar en unos ojos verdes, o grises, o... en poder pensar en unos ojos.

Y con los párpados cansados y la mente abierta, imaginar, crear, soñar, sonreír, volar...
 

Métisse, je vens d'ici et d'ailleurs...


        


        

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Zarité (La Isla bajo el mar)

 
 La primera vez que lo vi estaba tirado boca abajo en el hospital de esclavos, cubierto de moscas. Lo incorporé con dificultad para darle un chorro de tafia y una cucharadita de las gotas del ama, que me había robado de su frasco azul. Enseguida comencé la tarea ingrata de limpiarlo. Las heridas no estaban demasiado inflamadas, porque Cambray no pudo echarles sal y vinagre, pero el dolor debía de ser terrible. Gambo se mordía los labios, sin quejarse. Después me senté a su lado para cantarle, ya que no conocía palabras de consuelo en su lengua. Quería explicarle cómo se hace para no provocar a la mano que empuña el látigo, cómo se trabaja y se obedece, mientras se va alimentando la venganza, esa hoguera que arde por dentro. Mi madrina convenció a Cambray de que el muchacho tenía peste y más valía dejarlo solo, no fuera a dársela a los demás de la cuadrilla. El jefe de capataces la autorizó para instalarlo en su cabaña, porque no perdía las esperanzas de que Tante Rose se contagiara de alguna fiebre fatal, pero ella era inmune, tenía un trato con Légbé, el loa de los encantamientos. Entretanto yo empecé a soplarle al amo la idea de poner a Gambo en la cocina. No iba a durar nada en los cañaverales, porque el jefe de capataces lo tenía en la mira desde el principio.
Tante Rose nos dejaba solos en su cabaña durante las curaciones. Adivinó. Y al cuarto día sucedió. 

Gambo estaba tan abrumado por el dolor y por lo mucho que había perdido -su tierra, su familia, su libertad- quequise abrazarlo como habría hecho su madre. El cariño ayuda a sanar. Un movimiento condujo al siguiente y me fui deslizando debajo de él sin tocarle las espaldas, para que apoyara la cabeza en mi pecho. Le ardía el cuerpo, todavía estaba muy afiebrado, no creo que supiera lo que hacíamos. Yo no conocía el amor. Lo que hacía conmigo el amo era oscuro y vergonzoso, así se lo dije, pero no me creía. Con el amo mi alma, mi ti-bon-ange, se desprendía y se iba volando a otra parte y sólo mi corps-cadavre estaba en esa cama. Gambo. Su cuerpo liviano sobre el mío, sus manos en mi cintura, su aliento en mi boca, sus ojos mirándome desde el otro lado del mar, desde Guinea, eso era amor. Erzuli, loa del amor, sálvalo de todo mal, protégelo. Así clamaba yo.

-Isabel Allende

lunes, 19 de septiembre de 2011

She's not perfect


You may not be her first, her last, or her only. She loved before she may love again. But if she loves you now, what else matters? She’s not perfect – you aren’t either, and the two of you may never be perfect together but if she can make you laugh, cause you to think twice, and admit to being human and making mistakes, hold onto her and give her the most you can. She may not be thinking about you every second of the day, but she will give you a part of her that she knows you can break – her heart. So don’t hurt her, don’t change her, don’t analyze and don’t expect more than she can give. Smile when she makes you happy, let her know when she makes you mad, and miss her when she’s not there.”

- Bob Marley

domingo, 18 de septiembre de 2011

tell me baby

Y seré tuya, tuya, tuya... sólamente tuya.

River Flows in You, de Yiruma, en mi iPod. Si mi vida tuviera banda sonora, desearía que fuese a base de violín y, sobre todo, piano. Ojalá supiera tocarlo. Más aún que la guitarra. Es un instrumento tan dulce, tan sensible a cómo se toque... Refleja lo que se siente a través de tus dedos. Por lo que he escuchado y sé, vamos, creo que es así. Hablo desde la ignorancia, pues nunca he creído demasiado adecuado hablar subjetivamente sobre algo de lo que no has experimentado nada.

[...]

Después de haber despejado mi cama del montón de ropa que parecía esconderla, ya puedo sentarme sobre ella y arrinconarme contra la pared como siempre. Yiruma sigue conquistando mis oídos y seduciendo a mis lágrimas. Que ¿por qué lloro? Por lo de siempre. Por todo. Por nada. Porque a veces, simplemente, apetece llorar. Porque soy estúpida. Por este dulce piano. Porque las lágrimas mojan mi pelo castaño empañando mis oscurísimos ojos. Por este sentimiento de incerteza y vacío en mi interior. Porque necesito encontrarme desde hace tiempo, y sé que sólo lo haré yéndome lejos, lo más lejos que pueda. Y no hablo de distancia física, sino de alejarme de todo lo que me hace ser como soy aquí y ahora.
Lloro por la soledad. Por una soledad a la que acudo cuando sé que no hay nadie cerca de mí para hacerme sentir el amor apasionado que a veces necesito. Aunque siempre llego a la misma conclusión, debo repetirme que debería dejar de ver y leer tonterías románticas, utópicas historias de amor. Pero no puedo. Son mi evasión, mi efímera manera de tener lo que quiero, lo que necesito. Y a la mierda el mundo. Si la sociedad sucumbe al egoísta capitalismo, yo prefiero ser vítima de un agoísmo por amor que dar preferencia a la reputación, al "qué dirán", la política, las estúpidas guerras y su oro negro, el terrorismo. Todo lo que nos afecta de una manera tan indirecta que, al dinal de la vida, no suele llegar a ser más que un aspecto superficial de nuestras vivencias, memorias, de nuestro carácter y de la penitud de nuestra vida.


...

Y mañana empieza mi rutina...