domingo, 30 de octubre de 2011

Divorciada de la normalidad.


¿Por qué tengo ganas de llorar? Todo parece ir bien. Hago fluir estas palabras sin saber muy bien por qué. ¿Por qué, de repente, siento este vació dentro de mí? Me acecha, es como un miedo que me apuñala en el estómago, eriza la piel de mi espalda y sube hasta mi garganta. Es como un grito ahogado en mi boca que suena y resuena, y chilla, pero sólo lo oyen mis sordos oídos. Siento ganas de escapar. ¿De qué? Es que ni siquiera lo sé. Estoy confusa en un momento de mi vida en el que todo parece ir bien. ¿Soledad? Ah, mi fiel compañera. Pero esta vez es diferente. Quizás ya me he acostumbrado a esa sensación que me desgarra el alma y ahora sólo oigo los ecos mudos de mi dolor. Me paso el día de aquí a allí, sin saber dónde voy sabiendo aún y así a dónde me dirijo. Supongo que ese es mi problema. Voy a la deriva, mis pies caminan, pero mi corazón quedó perdido en el sanatorio una de las veces que lo llevé para que encontrasen una cura. Puede que no la hubiese y que estuviese tan roto, tan confuso, tan loco, que lo tirasen a la basura. Ya no era un corazón bonito. ¿Y quién no quiere un corazón bonito?


      

sábado, 15 de octubre de 2011

Déjalo. Déjame. Ya sabes cómo soy.

¿Qué me pasa?
No sé quén soy, últimamente ando más loca que este indeciso tiempo. ¿Estoy loca? Porque el mundo me parece que lo está. Quizás yo sea la cuerda por creer que estoy loca en este mundo.
No ha pasado nada últimamente. De hecho, ha pasado de todo. Que te has ido, que no has venido, que no existes, que no estás, que me has llenado, que has desaparecido. Que has sido un alma en mil corazones que han llegado a mí a través de los ojos de cualquier desconocido.
Y ¿a quién echo de menos? Si no tengo nadie a quien aferrarme. Quizás sea eso.
Pienso sin escribir. Escribo sin pensar. Qué sé yo de la vida, del mundo, de la locura, del amor o de la soledad. Qué sé yo del hambre, maldita ignorante.
Estoy enfadada con todos. ¿Se nota? Quizás las lágrimas que navegan por mis mejillas lo disimulen. No, no es tristeza. Es algo más profundo, más inexplicable. Es dolor, es pánico, es miedo, es rabia, es impotencia, es no saber qué pasa en mí ni ahí fuera.
Tengo miedo de enamorarme de la confusión y volver a caer bajo las redes del engaño. No soy como ninguna otra persona, pero a la vez no soy más que una copia de toda esa gente a la que veo y oigo.
Qué sé yo del mundo y de la vida. Qué sabré yo del amor.