viernes, 12 de mayo de 2017

Volatilidad

Volver al escenario, cegado por las luces. Sombras azules y un silencio lleno de ruidos. Silbidos, risas. Lágrimas que puedo sentir desde aquí arriba, sin verlas. Escuchar el temblor de una música que no se atreve a ser, hasta que empiezo a distinguir los acordes de los fieles pecadores que me rodean.


Y es entonces cuando ese mismo temblor empieza a adoptar formas y bailar, y suena, y suspira. La sala sigue plagada de cierto silencio expectante, de almas sedientas de versos rotos con los que sentirse identificados, y soñar, y ver un pedazo de sí mismos en el micrófono.

A medida que los cabellos de las guitarras se entrelazan con el resto de instrumentos, decido alzar mi voz. La melodía de mil cincuenta personas a las que no veo comienza a darle a la canción la forma que se supone que debe tener.

Y canto, y vuelvo a aquel momento, y me dejo llevar, y escucho esos coros tan puros que son imperfectos, y llenan de veracidad esta honesta canción. Si bajo mis párpados sólo un poquito, veo sombras danzantes, manos flotantes, luces que destellan y engañan a mis ojos. Porque, entre la multitud, y aún cegado por focos azules y verdes y blancos, la veo.

Ella lo lleva bien...

Siempre y cuando la multitud no escuche esa quiebra en mi voz que se extiende, como la peste, alimentándose de mi piel, hasta llenar todo mi torrente sanguíneo de una inquietud que rasga el gesto de mis manos, todo va a ir bien.

Oh cállate...

Y la atisbo en la escasa distancia de seis personas y una guitarra, elevada en mi mente, como un ángel, un demonio, como un ser extraordinariamente humano, santo y pecador, envuelto en plumas y llamas. Siento sus pupilas, aquellas que apenas podía distinguir de sus iris, en mis labios.

Todas las promesas de mi amor se irán contigo...

La voz me delata. La gente chilla. Puedo sentir cómo se le eriza la piel a cada espectador de mi magnífico e inesperadamente sincero show. Y unas lágrimas que no había saboreado en mucho tiempo inundan sutilmente mis ojos, liberando de nuevo mi voz. Rencor, melancolía, odio. Y un profundo amor a lo perdido. Admiración.

Veo brillar su pelo negro entre la multitud, flotando a contracorriente. Cierro los ojos y la veo salir del club, con las mismas lágrimas que compartimos desde nuestro 1999, mordiéndose el labio, frunciendo el ceño y repitiéndose a sí misma que no debía haber venido. La veo mirar hacia atrás, esperando a que baje del escenario y me abra entre la multitud, de manera violenta y lasciva, con ansia y temor, y desesperación,

Por qué te vas...

Mira a su alrededor, aturdida, buscando refugio en una luna nueva que se niega a darle un privilegio que no merece. Y coge un taxi.

Y se baja apenas diez minutos después.

Sola.

lunes, 1 de mayo de 2017

Telèfon

Em pregunto què n’haurà estat de tu. Dels teus cabells arrinxolats, del vermellor de les teves galtes. Del teu riure silenciós, de la teva manera tan única de parlar. Del teu gran somriure, que podia llegir amb més facilitat als teus ulls que a la teva boca.

Tots els bons records d’una època de plata, estan relacionats amb tu. Però quant de mal ens ha fet l’edat, que ens ha arraconat, amb els anys, a dos indrets diferents del món.

Avui m’ha temptat veure una antiga fotografia nostra, a la neu, d’agafar el telèfon i saber-ne de tu. A la imatge, que tinc gravada des de l’adolescència al cervell, jo moro de fred i tu vas en màniga curta. Què n’eres de boig, a vegades. I quant trobo a faltar, agafar aquell antic telèfon blanc i brut de la meva habitació, teclejar un número de memòria, i preguntar per tu. I pasar-nos hores parlant, dels professors, de la televisió, del temps, dels viatges, dels videojocs que vols per Nadal.

Com trobo a faltar, pujar de camí l’escola als migdies de l’hivern, per veure’t venir cap a mí amb la mirada fixa en els meus cabells, ataronjats pels allargats rajos de sol, i la ment en qualsevol altre lloc del món.

Em pregunto què n’haurà estat de tu. Però aquell telèfon antic i blanc i brut ara és massa lluny.



lunes, 30 de enero de 2017

Jolene

Sé cuál es tu poder de sirena. Sé que bajo esa satinada piel de bronce se esconde un canto exótico y tentador, una melodía invisible a los oídos que sin embargo llega a lo más profundo de las entrañas de quien te ve. 

Sólo un sacrificio te pido, Jolene. Por favor aléjate de mí. No te lleves a la parte de mí que aún creo conocer. Puedes tener a todos los hombres que ansíes, sé que tu deseo no tiene fin. Llévate al mío, si quieres, pero déjame a mí.

Jolene, no sabes qué significa esto para mí. Sé que no puedo hacer nada para luchar contra la griega curva de tu clavícula, la esponjosidad de tus labios, Ah, Jolene, la cascada de cabello que baila sobre tu espalda desnuda, mojada. Llevo toda una vida siendo la mitad de quien soy. La mejor mitad que he conocido de mí misma, quizás por miedo a descubrir que la otra fuera realmente mejor. Peromás de medio siglo a oscuars no es nada para proteger a aquellos a quienes amamanté un día. 

El mundo es moderno, dicen. Pero no para todos por igual. Vivo en un país donde tu nombre es un himno y la gente como yo empieza a correr peligro. 

Jolene, por favor, aléjate de mí, Jolene. 

viernes, 18 de marzo de 2016

¿Te has parado alguna vez a escuchar tu propio corazón?

Fuente
No el de tu pareja, al reposar tu cabeza sobre su pecho. El tuyo. Y no hablo en sentido metafórico. ¿Por qué no le prestas más atención?

Ese órgano dentro de ti que late al ritmo de tus emociones, bombeando vida roja en tus entrañas para hacerle sentir. ¿Lo escuchas alguna vez? ¿Depositas tu mano sobre tu pecho, en una habitación oscura, con el ruido de una ciudad en tu ventana, y te concentras en su ritmo?

A veces le damos mucha importancia a los simbolismos. Recordamos como si nos tatuaran en el cerebro la primera vez que escuchamos el latido de alguien a quien, sabiéndolo o quizás aún sin ser del todo conscientes, amaremos más de lo que nuestro egoísmo quisiera reconocer. Somos capaces de grabar en nuestra memoria sonidos, olores y tactos que sólo registramos una vez en nuestra cabeza, emociones que son tan únicas que, al volver a sentirlas, en un sueño reminiscente, en una tarde de otoño, o en medio de una obra de teatro, hacen florecer electricidad en tu piel y sientes algo tan fuerte dentro de ti que debes reprimir la emoción de haber despertado aquello olvidado. Esos instantes, aún y estando rodeada de un millar de personas ruidosas que ríen y hablan y comen y te miran de vez en cuando, son sólo tuyos. Te paras a pensar, de repente, ¿cuántos momentos tienes a solas?

Y no recuerdas una vida que no fuera compartida.

¿Cuántos suspiros, sonrisas, lágrimas? ¿Cuántas veces bebes vino, a solas, sólo por el placer de ese agua divina? ¿Cuántas veces escuchas a tu propio cuerpo, escuchas realmente lo que piensas?

La vida, como dijo el gran poeta Halley, son dos sílabas. Aprendamos a brindar una en compañía y, la otra, en el placer de estar a solas.




miércoles, 16 de diciembre de 2015

Reminescencias mórficas

Imaginé sus labios de mil maneras. 

Los imaginé sobre mis manos. En otra época. Fue un sueño, creo recordar. Había caballos y cerdos de por medio. Nada tenía sentido. 

Imaginé sus labios, confusos, bajo los míos. Era un mal martes. Un martes de mierda. Volvía a casa con tanta rabia en mi interior que sólo pensaba en destrozar los muros de ladrillo que me llevaban a una casa desconocida. Y él llegaba a mí. Aparecía de la nada. Y en mi enfado con el mundo, en mi ira conmigo misma, le pegaba. Brutalmente. Ferozmente. Y mis turbios deseos de violencia se convertían en sed de sus labios. Y acababa desgarrándole el alma, devorando sus sueños, a través de su boca.
Llovía mucho en ese sueño. Tanto, que desperté con la almohada empapada de sueños rotos.

Los imaginé también en secreto, mientras me miraba de reojo en público. Imaginé sus manos sobre mi rodilla. Nada más. La pureza de los actos más inocentes puede llevar al más impuro de los sueños. Imaginé sus labios desde la distancia, mientras pretendía no mirarlo. Los imaginé tan en secreto que todo el mundo era consciente de mi deseo.

Imaginé sus labios de mil maneras.

Los imaginé sobre los labios de otra mujer. Fue un sueño que no quiero recordar. Pero también resultó ser el que más sentido tenía de todas esas reminiscencias mórficas*.

Imaginé sus labios, tímidos, una mañana sobre un puente lleno de candados. Wilde decía que se cargan todas las historias de amor tratando que duren para siempre. Ese puente era nuestro Dorian Gray. Bello por fuerta, roto por dentro. Imaginé sus labios leyendo un poema, y caí al vacío.

Los imaginé. Los imaginé tantas veces que he perdido la cuenta. Los he soñado tantas veces que conozco su textura aún sin haberla probado con mi lengua. Sus labios siempre estarán ahí. En mis sueños. 

Fuente

*Mórfico, palabra sinsentido creada para referirse al sueño de Morfeo, al sueño soñado, no al sueño dormido. Adjetivo calificativo de tus labios.  

martes, 15 de diciembre de 2015

Cortocircuitos. Vol2.

Sangre. Sólo beberé sangre.

Sangre que corrompa mis entrañas. Porque sólo cuando me rompo soy la mejor versión de mí misma. Sólo cuando me rompo y manchas negras cubren mis mejillas, me reconozco en el espejo.

Gris o azul, blanco o verde.

Podrida igual por dentro. Confundida entre dos bocas, perdida entre dos ciudades. Y tan sola como llegué al mundo. Tan sola como me iré.

Sangre. Sólo beberé sangre.

Y esa misma sangre alimentará mi sed de desgracia, mi sed de tristeza. La felicidad duró demasiado. Vino y opio, decía Anaïs Nin. Sangre y feas melodías para mí. On the rocks, por favor.

Porque sólo cuando estoy rota doy lo mejor de mí.

martes, 3 de noviembre de 2015

Pregúntame sobre ti

La exploración del propio ser es algo que todos debiéramos experimentar una vez cada varios años. ¿Acaso sabemos quiénes somos? ¿Qué alimenta nuestras entrañas? ¿Qué nos hace hervir la sangre? ¿Qué vemos si nos miramos a través de una pared?

Quisiera que la gente soñara más. Leyera más. Hablara menos. Incluso escuchara menos. Entendiera más, o como mínimo buscara la comprensión. Quizás no la aceptación, pero sí la comprensión. ¿Tiene sentido?

Déjate vencer. Aprende a ganarte a ti mismo. Descúbrete más allá de lo que siempre te rodea. Explórate, descúbrete mil y una veces. A cada pregunta que hagas, a la gente, a tu perro, al aire. A ti mismo. Entiéndete. Yo sé muy poco de la gente, y sin embargo cada día aprendo algo más sobre mí gracias a aquellos que más desconozco. Aquellos que menos entiendo. Es una sensación. Sin más. 

No sé si me explico. A menudo la gente hace preguntas personales que realmente no quiere saber. A menudo da por sentado hechos que van más allá de su entorno. ¿Por qué tenemos tanta imaginación hacia fuera, y tan poca hacia dentro? ¿Quieres saber las respuestas que salen de lo más oscuro de las personas, o sólo oír lo que esperas oír?

Como cuando era pequeña, sigo soñando mientras viajo en metro, o camino por la calle. Son mis momentos favoritos del día, al ir y volver del trabajo. No los cambiaba por nada más que por una buena conversación (de esas que se acaban alargando horas y horas en una cafetería o en un bar). Qué hubiera pasado si le hubiera sonreído esta mañana a la mujer del autobús. Qué le habría dicho al chico que me trae de cabeza si me lo hubiera encontrado por la calle en plena noche. Cómo reaccionaría ante ciertas noticias. Cómo serán los personajes de mi primer libro. Qué letra tendrá la canción que un día me escriban a mí, sólo a mí.

No me preguntes por qué estoy donde estoy. No me preguntes por mi trabajo, mis estudios, si tengo pareja, si quiero tener hijos. Eso no te importa. No lo digo yo, simplemente lo sabemos ambos. Pregúntame sobre qué pienso cuando acabo un libro. Por qué prefiero una cosa a otra. Pregúntame qué me apasiona de lo que me apasiona. Pregúntame todo lo que quieras saber de los demás a través de mí. Así, quizás, al final del día, te acostarás con un pedacito de compañía propia algo más grande que el de ayer. 

Si dices que pecas de rareza la gente te toma por snob. Pero la rareza en las personas existe, y es preciosa. La incomprensión de quiénes somos es el engranaje principal que hace que nos movamos. Y ni siquiera nos damos cuenta.

Ojalá más gente lo entendiera. Ojalá más gente quisiera aprender sobre sí misma.

Ojalá nunca lo aprendamos todo.