sábado, 13 de diciembre de 2014

Y sin embargo...

¿Hay medicina contra el dolor?

Los síntomas son bastantes, la verdad. Vómitos, constante secreción lacrimal, jaqueca, cansancio, ansiedad, opresión en el pecho, dolores de espalda. No ser capaz de pensar en otra cosa que no seas tú. Asfixia, llantera y, por consiguient,e ahogo (más que desahogo).

Vaya cliché. Pero es que de repente todas las canciones hablan de nosotros. Estás en cada rincón de esta súbitamente claustrofóbica habitación. En la ventana desde la que a veces te oía picar a la puerta. En el pijama que he escondido entre los cajones. En las revistas de viajes que planeaba hacer contigo. En el cepillo de dientes que ahora uso para quitar el polvo de los lugares más pequeños. En las seis fotografías que no sé si tirar o guardar. En los libros que me regalaste, en la plantita que floreció la mañana que dejaste de creer en nosotros.

¿Existe medicina para aliviar la decepción?

Enfado, dolor, tristeza, dolor, pena, dolor. Pensar que me engañaste. Que me hiciste creer en una relación que no quería. Y ahora te vas, diciendo que es en eso precisamente en lo que ya no crees.

Que te jodan. Esa es la mejor medicina contra este dolor. (Y sin embargo, seguirás siendo mi canción favorita).


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martes, 9 de diciembre de 2014

La censura de nuestros cuerpos

Dejo la ventana abierta aun a riesgo de que se me escapen los suenos por ella. Acaba de empezar a llover, aunque quizás deje de hacerlo en breves instantes.

La habitación esta hecha un desastre. Siendo tan grande, apenas encuentro un vacío hueco donde dejarme caer a dejar mis pensamientos flotar por el frío aire de este agosto germánico. Lo he perdido, sabes? Llevo toda la mañana buscando ese pequeño amuleto que me conectaba de manera tanto bucólica como irreal a ti. Es como un vacío dentro de mi. Y esta mierda de tiempo que tanto te gustaba es tan inoportuno...

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Frío, frío. Todo es azul y gris. Me pregunto por qué, desde hace siglos, todos relacionamos la tristeza a los mismos elementos. Me pregunto por qué tu no lo hacías. Tu sonrisa brillaba como el sol que tan poco te gustaba. Siempre quise llevarte a Escocia y vivir el resto e nuestras vidas apartados del mundo que tanto sopor te infundía. A veces tengo raros sueños en los que eres una niña de apenas diez años que corretea entre las nubes con una agilidad tan grácil que me hace pensar que eres una ninfa de los cielos o algo así. Otras, sin embargo, despierto entre sudor con la cara empapada de lo que nunca quiero reconocer que son lágrimas. Esas noches mis mejores sueños se convierten en pesadillas al despertar y encontrar sábanas enredadas a mi cuerpo en vez de tus caderas y tus brazos atrapándome con fuerza, mientras suspiras palabras ininteligibles que me gusta pensar que son mi nombre.

Tengo tanto miedo a continuar que creo que me paso la mayor parte del tiempo paralizado, como victima de una feroz y angustiante araña que espera mi pánico para saborearme con mas intensidad.

Pensé que íbamos, a funcionar, ¿sabes?

Todo lo que te dije sobreclo que sentía siempre fue verdad. Jamas sentí algo similar. Y sin embargo, mi presente situación, la confusión, el encontrarme perdido en un lugar cualquiera del mundo, me resultan sensaciones tan familiares... ¿Me voy a deshacer alguna vez del mal tiempo que emerge de mi piel?

Aunque quizás fue eso, lo que siempre quisiste de mi...

sábado, 6 de diciembre de 2014

Lejos

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Tardes oscuras de insomnio sentimental. La cama, deshecha, llena del eco de tus risas. Esta habitación diminuta, se me antoja una cárcel sin ti. Recuerdos tuyos mire donde mire. En fotografías con mi sonrisa. En la camiseta vieja que aún lleva tu olor. En los libros que leí pensando en ti. En la pared blanca y fría, tan incierta como nuestro futuro. Como el de cualquiera.

El terror que tuve al sentir necesidad de ti en realidad nunca se esfumó. Sigue ahí, latiendo en mis sienes, a cada nota rota de las canciones que jamás me atreví a escribir

Este diciembre es demasiado frío a pesar de ser el otoño más caluroso de todos. Nunca he sentido los colores tan vivos ni el tiempo tan lento. Me engulle el ansia, el deseo de volver a ti. Me destroza el miedo, el silencio de aquello que vendrá después.

Hay cosas que, supongo, jamás podremos prever.