miércoles, 16 de diciembre de 2015

Reminescencias mórficas

Imaginé sus labios de mil maneras. 

Los imaginé sobre mis manos. En otra época. Fue un sueño, creo recordar. Había caballos y cerdos de por medio. Nada tenía sentido. 

Imaginé sus labios, confusos, bajo los míos. Era un mal martes. Un martes de mierda. Volvía a casa con tanta rabia en mi interior que sólo pensaba en destrozar los muros de ladrillo que me llevaban a una casa desconocida. Y él llegaba a mí. Aparecía de la nada. Y en mi enfado con el mundo, en mi ira conmigo misma, le pegaba. Brutalmente. Ferozmente. Y mis turbios deseos de violencia se convertían en sed de sus labios. Y acababa desgarrándole el alma, devorando sus sueños, a través de su boca.
Llovía mucho en ese sueño. Tanto, que desperté con la almohada empapada de sueños rotos.

Los imaginé también en secreto, mientras me miraba de reojo en público. Imaginé sus manos sobre mi rodilla. Nada más. La pureza de los actos más inocentes puede llevar al más impuro de los sueños. Imaginé sus labios desde la distancia, mientras pretendía no mirarlo. Los imaginé tan en secreto que todo el mundo era consciente de mi deseo.

Imaginé sus labios de mil maneras.

Los imaginé sobre los labios de otra mujer. Fue un sueño que no quiero recordar. Pero también resultó ser el que más sentido tenía de todas esas reminiscencias mórficas*.

Imaginé sus labios, tímidos, una mañana sobre un puente lleno de candados. Wilde decía que se cargan todas las historias de amor tratando que duren para siempre. Ese puente era nuestro Dorian Gray. Bello por fuerta, roto por dentro. Imaginé sus labios leyendo un poema, y caí al vacío.

Los imaginé. Los imaginé tantas veces que he perdido la cuenta. Los he soñado tantas veces que conozco su textura aún sin haberla probado con mi lengua. Sus labios siempre estarán ahí. En mis sueños. 

Fuente

*Mórfico, palabra sinsentido creada para referirse al sueño de Morfeo, al sueño soñado, no al sueño dormido. Adjetivo calificativo de tus labios.  

martes, 15 de diciembre de 2015

Cortocircuitos. Vol2.

Sangre. Sólo beberé sangre.

Sangre que corrompa mis entrañas. Porque sólo cuando me rompo soy la mejor versión de mí misma. Sólo cuando me rompo y manchas negras cubren mis mejillas, me reconozco en el espejo.

Gris o azul, blanco o verde.

Podrida igual por dentro. Confundida entre dos bocas, perdida entre dos ciudades. Y tan sola como llegué al mundo. Tan sola como me iré.

Sangre. Sólo beberé sangre.

Y esa misma sangre alimentará mi sed de desgracia, mi sed de tristeza. La felicidad duró demasiado. Vino y opio, decía Anaïs Nin. Sangre y feas melodías para mí. On the rocks, por favor.

Porque sólo cuando estoy rota doy lo mejor de mí.

martes, 3 de noviembre de 2015

Pregúntame sobre ti

La exploración del propio ser es algo que todos debiéramos experimentar una vez cada varios años. ¿Acaso sabemos quiénes somos? ¿Qué alimenta nuestras entrañas? ¿Qué nos hace hervir la sangre? ¿Qué vemos si nos miramos a través de una pared?

Quisiera que la gente soñara más. Leyera más. Hablara menos. Incluso escuchara menos. Entendiera más, o como mínimo buscara la comprensión. Quizás no la aceptación, pero sí la comprensión. ¿Tiene sentido?

Déjate vencer. Aprende a ganarte a ti mismo. Descúbrete más allá de lo que siempre te rodea. Explórate, descúbrete mil y una veces. A cada pregunta que hagas, a la gente, a tu perro, al aire. A ti mismo. Entiéndete. Yo sé muy poco de la gente, y sin embargo cada día aprendo algo más sobre mí gracias a aquellos que más desconozco. Aquellos que menos entiendo. Es una sensación. Sin más. 

No sé si me explico. A menudo la gente hace preguntas personales que realmente no quiere saber. A menudo da por sentado hechos que van más allá de su entorno. ¿Por qué tenemos tanta imaginación hacia fuera, y tan poca hacia dentro? ¿Quieres saber las respuestas que salen de lo más oscuro de las personas, o sólo oír lo que esperas oír?

Como cuando era pequeña, sigo soñando mientras viajo en metro, o camino por la calle. Son mis momentos favoritos del día, al ir y volver del trabajo. No los cambiaba por nada más que por una buena conversación (de esas que se acaban alargando horas y horas en una cafetería o en un bar). Qué hubiera pasado si le hubiera sonreído esta mañana a la mujer del autobús. Qué le habría dicho al chico que me trae de cabeza si me lo hubiera encontrado por la calle en plena noche. Cómo reaccionaría ante ciertas noticias. Cómo serán los personajes de mi primer libro. Qué letra tendrá la canción que un día me escriban a mí, sólo a mí.

No me preguntes por qué estoy donde estoy. No me preguntes por mi trabajo, mis estudios, si tengo pareja, si quiero tener hijos. Eso no te importa. No lo digo yo, simplemente lo sabemos ambos. Pregúntame sobre qué pienso cuando acabo un libro. Por qué prefiero una cosa a otra. Pregúntame qué me apasiona de lo que me apasiona. Pregúntame todo lo que quieras saber de los demás a través de mí. Así, quizás, al final del día, te acostarás con un pedacito de compañía propia algo más grande que el de ayer. 

Si dices que pecas de rareza la gente te toma por snob. Pero la rareza en las personas existe, y es preciosa. La incomprensión de quiénes somos es el engranaje principal que hace que nos movamos. Y ni siquiera nos damos cuenta.

Ojalá más gente lo entendiera. Ojalá más gente quisiera aprender sobre sí misma.

Ojalá nunca lo aprendamos todo.

Mil espejos

Mi vida se acelera a pasos agigantados
mientras espero llegar al destino de esta
lenta escalera mecánica.
Cuanto más arriba,
más abajo.

Mil espejos en la calle
que pretenden hacer de mí
alguien desconocido
alguien absurdo.
Alguien
que no es nadie.

Y si miro el cielo
no veo estrellas.
No es por vivir en esta ciudad
que es mi mejor vicio
que es mi peor virtud.

No me puedo ver
entre mil espejos
que pretenden hacer de mí
aquella persona
que un día realmente
sí quise ser.

Y si me voy
no es para encontrarme
sino para conocerme.
Reconciliarme.

Y mientras mi vida se acelera
a pasos agigantados
mis sueños empequeñecen.
Los sueños de mil espejos
que serán mi peor virtud
y mi mejor vicio.

miércoles, 25 de febrero de 2015

8.

Me provocas vértigo
Siento caer
y mi miedo
hacia ti
me atrae.

Eres ese gran vacío
ese peñón
ese acantilado
que siempre quise saltar.
Y volar.


Voy a saltar.
Y quiero caer en ti.

sábado, 7 de febrero de 2015

Atenea

Es fácil decir que el mundo gira. La naturaleza actúa a su antojo. El universo no se detendrá por ti. Pero sentirlo, ser realmente conocedor de una verdad tan magna, eso es lo difícil. Te puede robar el aliento, recobrar tu inconsciente lucidez durante un puñado de segundos. Eso es, todos estamos locos. Sólo las verdades que te cortan la respiración te permiten sentir un efímero atisbo de la lucidez en tu vida. Yo nunca me he considerado cuerda, a diferencia del resto del mundo. Quizás por eso el resto del mundo no me haya considerado nunca a mí. ¿Qué es el mundo? ¿Quién es la gente? Siempre hay preguntas así rondando mi mente inquieta. Nunca hay silencio en esta bombardeada cabeza. ¿Qué esconden las nacionalidades? ¿Es acaso la justicia un hecho, un concepto, una realidad siquiera?

La justicia me hace pensar muy a menudo. La justicia es el melodioso silencio. El verdadero. El real. La justicia es cerrar los ojos cuando tus pupilas aún sienten la luz del sol. Es una mano fría, inerte sobre el sucio suelo, suplicando al mundo que se lleve su desdichada vida y la pierda en algún rincón del silencio. La justicia no existe. La muerte, sí. 

Source

domingo, 18 de enero de 2015

Pánico

Pánico es cuando crees que has destruido todo cuanto tenías. Todo por lo que luchas a diario, las esperanzas que pones en ese futuro por el que tanto te esfuerzas. De repente, los miedos que te has tragado durante meses te han intoxicado por dentro, han colapsado tu sistema. Nublado tu juicio, descontrolado tus palabras. El corazón te duele hasta de manera física. Crees que estás sufriendo un infarto, pero es más sencillo y menos irreversible que eso. Simplemente te estás rompiendo el corazón. Porque sí, tú eres la única culpable.
La única que podía destruir todo cuanto tenías.

V de victòria (fallida)

I si exploro el passat,
entre pors i anhels,
et trobo a tu.

El temps ha passat
i m'he adonat
que no puc ser
la poeta
que veies en mi.

"Ets massa maca",
vas dir.

I al final,
jo estava ferida.
Tant,
que no veia res més.

I al cap dels anys,
m'he adonat,
que potser vaig ser
la única culpable

de les meves ferides.

I en el trontollós camí
et vaig arrossegar
amb la meva innocència,
la meva ànsia
de soledat,
la meva por
a dependre massa de tu.

I explorant el passat,
entre pors i anhels,
t'he tornat a trobar.

Però (ara) ja no hi ets.