martes, 28 de agosto de 2012

La sociedad del saco

Mil temores cruzan tu mente a diario. ¿Y si llego tarde? ¿Y si pierdo el tren? ¿Y si le dijera algo la mujer con la que me cruzo cada día? ¿Y si me atropellaran? ¿Y si hiciera el ridículo? ¿Y si cayera al suelo? ¿Y si de repente pasara algo terrible? ¿Y si suspendiera? ¿Y si hubiera olvidado algo?

Aprendemos a tener miedo desde pequeños. Algunos lo superan, otros muchos apenas lo sienten. Pero la gran mayoría lo siente al acecho, día tras día, sobre sus hombros. Desde el temor más ridículo hasta el más justificado, desde el terror de quedarse sin casa, familia, y llegar a la desgracia, hasta el simple detalle imperceptible de no saber si sonreír o no a esa persona con la que, sin conocerla, te pasarías horas hablando.

El mundo no va bien. ¿Acaso alguna vez lo ha ido? Y eso explica el estrés, las crisis, las fobias, todo lo que acumulamos en nuestro interior y que no todos somos capaces de exteriorizar. Las enfermedades del nuevo milenio, decían. Y así crecemos, cada uno con sus preocupaciones, según su edad, su estilo de vida, su nivel económico, su educación, su residencia. Quién sabe cuáles serán las verdaderas variables que determinarán si una persona será atrevida o miedosa.

Yo, por ejemplo, soy miedosa. Tengo miedo a la oscuridad, terror a los insectos, siento repugnancia hacia la sangre. ¿Suena a tópico, verdad? Es posible. Pero, por encima de todo, tengo miedo a no superar los miedos más superficiales que me acechan en el día a día. ¿Dejaré algún día de ser vergonzosa? ¿Por qué no hago lo que quiero si lo tengo delante de mis narices? ¿Seré capaz de enfrentarme algún día a esa persona? ¿Seré capaz de besar a aquella otra?

A veces soy tímida. De pequeña lo era mucho, muchísimo. Pero con el tiempo he aprendido a superar la timidez en muchas situaciones. Me gusta saber de la gente, acercarme a ella y tratar de conocerla. Saber qué opinan, qué esperan. Me gusta descubrir las vidas de las personas. Qué piensan, qué sienten, qué viven. Sin embargo, en muchas otras ocasiones de las anteriormente nombradas, la vieja costumbre me supera. ¿Y si algún día encontrase alguien a quien vale la pena realmente hablar? ¿Te puede gustar alguien sin saber quién es? ¿Se puede ser capaz de saber si alguien encajará contigo sólo con la rutina que compartís? ¿Cuánto se puede saber de alguien basándose solamente en sus gestos, su mirada, y esas palabras contadas que cruzáis por cortesía en su trabajo? Y, si la encuentras fuera del ámbito usual, te paralizas, dejas de verla como una persona normal para verla como la persona que podría ser. Y eso es lo peor. Pensar en quién puede convertirse alguien sin saber cómo es.

Al final, acaba resultando lo mismo. El miedo vence. El miedo a un simple saludo que resulte en la total indiferencia, el miedo a un hilo de voz roto que presagie torpeza. El miedo con el que vivimos siempre y que se acaba apoderando de tu vida diaria.

Y yo pregunto, ¿cómo vencer ese miedo? No el miedo a hablarle a alguien por primera vez. No el miedo a perder el trabajo, ni el miedo a morir. El miedo a vivir. Porque, reconozcámoslo, eso es lo que más nos aterra de todo, como bien dice el poema de Eduardo Galeano…

“El hambre desayuna miedo. El miedo al silencio aturde las calles. El miedo amenaza:

Si usted ama, tendrá sida.
Si fuma, tendrá cáncer.
Si respira, tendrá contaminación.
Si bebe, tendrá accidentes.
Si come, tendrá colesterol.
Si habla, tendrá desempleo.
Si camina, tendrá violencia.
Si piensa, tendrá angustia.
Si duda, tendrá locura.
Si siente, tendrá soledad.”

Cada vez que lo leo, pienso, ¿hace falta decir algo más? Y a la vez me aturde el pensamiento de cómo nosotros mismos creamos nuestros peores miedos. Nosotros, la sociedad, un término que engloba una idea abstracta de la cual siempre nos quejamos pero de la cual también formamos parte. Y con ello no quiero decir que esté a favor de fumar ni del cáncer. Quiero decir que, a menudo, guiamos más nuestras acciones por miedo a las consecuencias, que tendemos a ver negativas, que no por la satisfacción que nos puedan dar en el acto. “Si duda, tendrá locura. Si siente, tendrá soledad”. Si vive, tendrá miedo.

lunes, 27 de agosto de 2012

Hacia ti

 
Yo estoy aquí.
Tú estás ahí.
Mis pasos van
hacia tu cuerpo
y
sin embargo
me alejo de ti.
Tú estás aquí.
Yo estoy ahí.

¿Qué está mal?


LdC

Sobre lo dicho y lo no dicho

Sabés
dijiste
nunca
nunca fui tan feliz como esta noche.
Nunca. Y me lo dijiste
en el mismo momento
en que yo decidía no decirte
sabés
seguramente me engaño
pero creo
pero ésta me parece
la noche más hermosa de mi vida.


Este es mi poema preferido de una de mis autoras favoritas, Idea Vilariño. ¿Por qué? Tiene algo, una esencia terriblemente melancólica y real que me hace sentirme identificada con él. ¿Cuántas veces callamos esas palabras que, ahogadas en nuestros labios, pelean con todas sus fuerzas para salir? ¿Cuántas veces las callamos creyendo tener mil motivos para hacerlo cuando, en realidad, no hay ninguno?

En mi caso, siempre me gana el miedo. Me enseñaron a ser demasiado prudente y he aprendido a silenciar muchas preguntas curiosas por miedo a las reacciones. Siempre me dijeron que era tímida. Y he cambiado, pero ese pánico en mí que, durante tres segundos me bombardea a preguntas y reproches después de haber dicho algo que sentía que no debía, aún persiste.

Es por eso quizás que he aprendido el poder del silencio. Tengo un profesor en la universidad que nos decía que lo no dicho es tan poderoso como lo dicho. Yo casi diría que incluso más. Una mirada, puede decir el "lo siento" que los labios no saben pronunciar de tanto que tiembla su voz. Una sonrisa torcida puede revelarte si esa eprsona realmente está bien o miente. El simple tacto de una mano sobre las tuyas puede decir mucho más que las palabras que tenemos para comunicarnos, puede ser capaz de expresar palabras aún inexistentes.

La comunicación es algo asombroso. ¿Habéis estudiado alguna vez a la gente en el metro? Desde que este año me paso casi una hora y media en él entre la ida y la vuelta de la universidad, se ha vuelto uno de mis pasatiempos favoritos. Si os fijáis atentamente, casi todos callan. Y, contra más atestado está el metro, más silencio hay. Y, en lo cerca que sostiene una mujer un libro de su cara se puede adivinar cómo de sumergido en su lectura está. En el rubor de un chico podéis saber si mira a la chica de al lado o piensa en algo en especial. En los lentos parpadeos de la gente podéis averiguar cuál es su grado de cansancio... Y, día tras día, en la rutina, con la misma gente, acabas sabiendo más de ellos por haber callado que por haber hablado.




¿Quién dijo que las palabras tenían todo el poder?




viernes, 24 de agosto de 2012

who, wer, quién.

Yesterday, I saw that film, the Bourne Identity. I like it pretty much. Not because I think is a good one in cinema's world, but because it makes me think about who we are, who we pretend to be, who we want to be.

In the film, Bourne starts lostin the middle of the sea, without an identity. A few fishermen rescue him, and he discovers he has a lot of skills, but, eventhough most of them are really valuable, the most important thing he wants to find out is unknown to him. What's his name? Who is he, apart from an amount of incredible habilities?
After some research, he finds some passports with his photograph. Loads of names, loads of identities. So, he still has the same problem, who is he?

That makes me think. We live linked to our names, and any part of us, any friend, any skill, any scar or any memory acts like chains that bind us to our identities. 

Why is it as important to us to know who we are? Why, if most of the time we don't really know, but we pretend to?

We are who our enviroment wants us to be, we are how we get adapted to it.

So, in the end, we end up being who we pretend to be, although, sometimes, this means losing our real and original identity.

Escribo, pienso, leo

Escribo
pienso
leo
traduzco veinte páginas
oigo el infomativo
escribo
escribo
leo.
Dónde estás
dónde estás.
  Idea Vilariño



jueves, 23 de agosto de 2012

Soko - I Kill Her (Hannes Fischer Remix)


Hace demasiado calor para salir a la calle, incluso a estas horas, pasadas las 7 de la tarde. Así que, delante del ventilador, escucho una melancólica canción y trato de acompañarla con Ana Karenina, el último libro que estoy leyendo. Quería tenerlo acabado antes del verano, ya que es lectura larga y algo densa, pero no sé si podré, puesto que debo estudiar para los exámenes de setiembre. ¡Ya se verá!
 

miércoles, 22 de agosto de 2012

jeune mermaid


Sirena en aguas de aire,                                                   
los hombres trepan
por tu piel de cristal.


Sirena en tierra de nadie, 
este no es lugar 
para tu frágil mirada letal.   

Sirena en mar de edificios, 
(debes) aprende(r) 
que amar así es un sacrificio.   

La sal de tu risa
era a menudo confundida
con la mediterránea brisa. 


Es tarde para volver.   

El corazón es un alma de porcelana 
y sea tuyo o mío 
recuerda que puede ser quebrada.

D

Tengo tu voz grabada en mi memoria, sumergida en mi mente. Y, sin embargo, soy incapaz de ver nítidamente tu cara. Te recuerdo borroso. Tu recuerdo es confuso. Quizás porque bajo la mirada cada vez que temo encontrarme con la tuya.
Quién eres, dónde estás.
Cuándo dejarás de ser un canto de sirena.

martes, 21 de agosto de 2012

Nosotros. 350


Tokio Blues. Una foto con mis amigas y tres amplias y preciosas sonrisas. Intro de the xx. The great Gatsby. Y, como no, Norwegian Wood.

Calor insoportable de agosto en la costa catalana. Me escondo de una luna irradiantee y llena tras las persianas que mantienen el frio del aire aacondicionado. La esencia del mar, esta extraña y salada soledad vuelve a abrazarme en esta pequeña cama llena de cojines y almohadas. Y salada no es mala. Salada es, en las noches de verano, en estas noches de verano, algo mucho mejor que dulce. Cuando se habla de algo salado se le atribuye directamente una idea negativa de lo que es. Como cruda, amarga. Sabores que pueden perfeccionar tu receta en la cocina y, sin embargo, estropearte la realidad que crees vivir.

He estado pensando en las deformaciones de la gente. En las mías propias, sobre todo. 

¿De dónde vienen? ¿Cuales son? Hace tiempo que no veo nada mas que una cara que maquillar cuando me miro al espejo. Nada, vacío. Veo una acción, pero no a una persona. Y, aunque lo que vea no me cause reacción alguna, ni me agrade ni tampoco no me guste, sé que las deformaciones están dentro de mí, sumergidas en el océano de paradojas que alberga mi cuerpo.

Entregarme a alguien no resulta fácil. Tener sexo a oscuras sí. Y aunque se suele emplear para rellenar vacíos, eliminar huecos y reparar grietas, no hace más que agrandarlos, aprofundizarlos, extenderlas. 

Quisiera aprender a ser honesta y a dejar de pensar constantemente en qué verán o pensarán los otros de mí. Qué concepto mas amplio y bizarro, ¿verdad? "Los otros". Un "otros" que engloba un conjunto heterogéneamente homogéneo de gente. Todo el mundo excepto yo es "los otros" para mí, mientras que yo seré parte de los otros de alguien de ese mismo otros.

Quizás piense demasiado para ser cerca de las cuatro de una noche entre semana de verano. Pero son mis momentos favoritos. A partir de las 2 o las 3, cuando todos duermen, cuando solo el viento habla y la luna es capaz de verte con tanta claridad como tú a ella. Y sea entre mares de arena o bosques de rocas, entre urbes de edificios altos, bajos, deformes como nosotros, siempre es el momento perfecto para disfrutar de esta soledad, de este agradable silencio que está lleno de olas, grillos, sirenas ahogadas entre estrechos callejones o ronquidos dorados. Resultan momentos íntimos e ideales para pensar. Quisiera que jamás nadie me los arrebatara. Ser posesivo y celoso en un mundo lleno de "otros" no es más que una mascara de protección. Una máscara necesaria a diario una vez adicta a ella, como la máscara de pestañas que siento necesitar al salir de la ducha. Una coartada, un refugio. Un escudo contra un mundo lleno de deformaciones incapaz de reconocerse a sí mismo...