miércoles, 11 de abril de 2012
lluvia amante
El corazón me late con fuerza y me siento perdida. Jamás me abandona, esa sensación. El vacío, las lágrimas que juegan con mis mejillas hasta beber de mi cuello si no se ahogan antes en mi lengua. Saladas. Amargas. Como espinas.
No siempre me gustó la lluvia. Yo también la odiaba.Hasta que aprendí que era mi aliada. En ella, bajo su manto de infinitas lágrimas las mías desaparecen, vuelan, se evaporan, bailan, me devuelven el aliento.
Y la lluvia se convirtió en mi amante. En mi amante sentimental, mi plenitud existencial. Eterna. Petrichor número 2 es su perfume. La hierba que lame con suavidad, con fuerza, es como un cálido aliento que reconforta mi nuca acribillándola a besos, besos que son gotas. Gotas de unas nubes de colores que ni los ojos más bonitos podrían soñar.
Quién quiere volver a sus sábanas vacías si la lluvia te empapa la ropa hasta que pesa. Pesa tanto como el abrazo que nunca me dieron. Me cala hasta donde jamás nadie llegó. Siempre es igual. Una gota en los labios. Es su beso dulce de bienvenida. Una gota en mi pelo. Ésta se convierte en una caricia en mis cabellos. Otra moja mi lágrima hasta secarla. Y es que si lloro en días así es porque la lluvia es mi felicidad. Una felicidad que duele, lluvia amante, una felicidad rociada en el aliento de agua que me da la vida a la misma vez que me la arrebata...
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