Es un día de primavera de esos que recuerdan más al invierno que al verano. El cielo está gris e incluso hace frío. En días como éste sé que gusta acurrucarte en tu gran sofá con un té con leche entre las manos. Apostaría lo que fuera a que éso sería lo que harías en esos momentos, mientras leerías algún que otro libro, o quizás mientras mirases alguna película con la esperanza de que te haga llorar. Recuerdo esos días tan raros como los de hoy en los que todavía estaba a tu lado y me decías que era un día perfecto para llorar y ponerse melancólico. Volver al cementerio donde un día enterraste a tu abuelo y al que no te volviste a sentir capaz de volver. Ir cerca del mar y respirar el aire a lluvia mediterránea...
Hace frío y recuerdo cuando eran mis brazos en los que te acurrucabas. Rememoro cada poro de tu piel, cada suspiro que ahogabas entre besos y caricias. Recuerdo cómo me echabas de menos incluso estando a mi lado. Sé que tenías necesidad de mí en todo instante, a pesar de que siempre solías ser muy independiente. Simplemente, eras social, muy sociable. Muy humana. Necesitabas el afecto, el contacto o la presencia humana a tu aalrededor. A pesa de que a veces estabas perdida entre una gran multitud sintiéndote aún y así sola. Y ése era tu miedo. La inseguridad. Tu error, el no saberte conocer. No te entendías ni tú, decías. Pero en el fondo sí que lo hacías. Eras introvertida, éso es todo.
Es un día más otoñal que primaveral y te añoro. Uno de esos días que habríamos pasado perdidos en El Born o curioseando nuestros cuerpos ansiosos en algún lugar de Collserola, venciendo al clima. Hoy es un día frío, pero lo cierto es que hace mucho frío desde hace mucho tiempo. Desde aquel día en que te fuiste, sin avisar. Pero no me enfadé contigo como tú hiciste con tu abuelo. Quizás éso era lo que te impedía ir a verlo. Saber que no podrías evitar llorar, no sólo porque lo echabas de menos, sino porque no querías culparlo por algo por lo que no podrías haber culpado a nadie.
Hoy es un día de esos en los que habrías querido irlo a ver al cementerio, pero el miedo a derrumbarte te habría vencido. Yo he vencido hoy ese miedo, y he venido a verte. Tu tumba reluce, brillante, entre las gotas que mojan e iluminan tu lápida, esa que dice que hace hoy un año ya que faltas.
Hoy ese ese día en que me tuve que atrever por ti a cerrarte los ojos en medio de un accidente, sabiendo que no estabas. Hoy es ese día en el que hace un año por fin visitaste el cementerio para ver a tu abuelo... Y quedarte allí con él para siempre.
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