Los síntomas son bastantes, la verdad. Vómitos, constante secreción lacrimal, jaqueca, cansancio, ansiedad, opresión en el pecho, dolores de espalda. No ser capaz de pensar en otra cosa que no seas tú. Asfixia, llantera y, por consiguient,e ahogo (más que desahogo).
Vaya cliché. Pero es que de repente todas las canciones hablan de nosotros. Estás en cada rincón de esta súbitamente claustrofóbica habitación. En la ventana desde la que a veces te oía picar a la puerta. En el pijama que he escondido entre los cajones. En las revistas de viajes que planeaba hacer contigo. En el cepillo de dientes que ahora uso para quitar el polvo de los lugares más pequeños. En las seis fotografías que no sé si tirar o guardar. En los libros que me regalaste, en la plantita que floreció la mañana que dejaste de creer en nosotros.
¿Existe medicina para aliviar la decepción?
Enfado, dolor, tristeza, dolor, pena, dolor. Pensar que me engañaste. Que me hiciste creer en una relación que no quería. Y ahora te vas, diciendo que es en eso precisamente en lo que ya no crees.
Que te jodan. Esa es la mejor medicina contra este dolor.
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