miércoles, 29 de febrero de 2012
i'm still alive but i'm barely breathing
viernes, 24 de febrero de 2012
metro
Te observo en silencio. El metro está casi vacío. Un jueves a las 14:47. He buscado entre los pasajeros alguna historia que inventar, algo con lo que soñar durante mi trayecto. Y sin darme cuenta, mis ojos se han topado con tu sonrisa silenciosa. Y me he enamorado de ti a las 14:47 y 47 segundos de un jueves de febrero.
Te miro y te estudio sin hacer ruido. Te imagino, te diseño, te moldeo. Eres guapo. Y me atraes sólo con lo que llevas puesto. Una chaqueta demasiado usada y unos tejanos. Y tu único complemento, un libro. Un libro pequeño pero no lo suficiente como para caber en tus bolsillos. Y he pensado, ¿quién va hoy en día por la calle con nada más que un libro?
Tú.
He dibujado una línea imaginaria en el perfil de tu rostro. Tienes unos labios perfectos. Rosados y sin ser demasiado gruesos, tienen algo de fino. Apetecibles. Bebibles. Tuyos. Llevabas esa barba que tanto me atrae en los hombres cuando llevan tres días sin afeitarse. Y tus ojos, tímidos a mi mirada pervertida, se escondían, oscuros, tras las pestañas que leían contigo ese libro cuyo nombre no he visto y, por tanto, tanto me intriga.
Eres joven. Pero veo unas poquísimas, imperceptibles canas en el lado derecho de tu pelo. ¿Cuántos años debes tener? No muchos más que yo. No más de 25. Y mi mente vuela y se deja llevar soñando con algo tan absurdo como tu edad.
Mírame. Mírame, mírame. Siento la medianoche en esta parada. Nada existe, todo está oscuro. Es como una película expresionista, sólo apareces tú, con la luz de un gran foco iluminando tu postura y trazando tu sombra en el suelo.
Y ríes con el libro. Y haces una mueca
de dolor con él, y lo disfrutas, y lo sufres. Y me enamoras más. Un halo de soledad te rodea. Y eso me atrae más. Si pudiera sólo abrazarte y besarte el cuello… No hablaría, ¿para qué? Eres una de esas personas con las que no son necesarias las palabras. Solo una mirada. Un beso. Una caricia. Un suspiro.
de dolor con él, y lo disfrutas, y lo sufres. Y me enamoras más. Un halo de soledad te rodea. Y eso me atrae más. Si pudiera sólo abrazarte y besarte el cuello… No hablaría, ¿para qué? Eres una de esas personas con las que no son necesarias las palabras. Solo una mirada. Un beso. Una caricia. Un suspiro.
Y tengo que bajar en esta parada. ¿Ya? Qué rápida pasa media hora. Bájate tú también, bájate, bájate. El metro para y paso a tu lado. Mi perfume te despierta y me miras sorprendido.
Y me marcho, con expresión nostálgica en mi rostro al mirarte por última vez.
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martes, 21 de febrero de 2012
momentosueños
Hay momentos para todo. Hay momentos para hacer el amor y otros son para follar. Hay momentos para decir te quiero y momentos para llorar de tanto odio. Pero también hay momentos para pensar en esos momentos. Reflexionar, pensar. Recordar aquel beso sobre tu nuca una tarde de enero y rememorar aquella feroz noche, econdidos del segurata que intentaba fallidamente que entrásemos juntos al lavabo de la discoteca.
Hay instantes para llorar por haber perdido el momento para decir te quiero. Y diez segundos luz después, momentos para reír de tanto reprimir histéricamente el odio, la rabia.
Hay puntos intermedios. Tierra de nadie. Tiempo cero. Fragmentos de realidad en los que de repente los minutos dejan de tener sentido, te quedas sin habla. ¿Acaso respiro?, te preguntas. Tirarse a un lago de gélidas aguas. Tocar su cuello a cons¡ciencia. Sentir caer al vacío desde lo alto de una atracción, correr con música energética rebentándote los oídos. Dejar resbalar las gotas de fría lluvia sobre tu espalda, oír un trueno demasiado cercano, besar a alguien por primera vez. Escuchar tu canción favorita en un concierto, ver una lluvia de estrellas sobre un tejado. De la más intensa a la más frágil sensación, fragmentos de la realidad que hacen replantearte la posibilidad de estar viviendo en tu mundo de sueños.
Aunque la vida resulta no ser más que un conjunto de sueños por los que nos dejamos llevar, sueños que perseguimos, sueños que ni siquiera sabíamos que teníamos. El mundo no es más que un sinfín de sueños que lo alimentan.
Hay momentos para escribir y otros para leer. Hay momentos para echar de menos y hay momentos para alejarse. Pero siempre es momento de soñar.
miércoles, 8 de febrero de 2012
táctica y etrategia
[...] mi estrategia es
que un día cualquiera
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
por fin me necesites
Mario Bendetti
sábado, 4 de febrero de 2012
l'amour était trouvé
Sonreí. Tus manos acariciaron mi espalda y yo sonreí.
Era un cálido día de tonos veraniegos y tus labios dejaron tras un beso una sonrisa en los míos.
Sonreí porque te escondiste del mundo junto a mí bajo unas sábanas color pistacho que nos hacían invisibles, invencibles. Teníamos el súper poder de detener nuestros corazones al tocarnos.
Mis dedos jugaban con tu cuello y caminaban sobre tu pecho. Me mordiste el hombro cuando me senté sobre la cama y yo sonreí. El sol de las cuatro y doce minutos de la tarde brillaba por la ventana y yo sonreía.
Te aferraste a mi pelo porque querías escalar por él. Me sumergí en tu boca porque quería explorarte a través de ella.
Y sonreías. Tus dientes eran blancos aunque tus labios se habían vuelto rojos de comer fresas dulces.
Sonreí. Sentí la felicidad de la que un día lejano había oído hablar y sonreí.
El sol descendió por el cielo y en otoño te dejé. Me hiciste daño y te olvidé. O eso quise. Como los árboles se desprenden de sus hojas para que éstas hagan bonitas alfombras de recuerdos a su alrededor.
Ahora hace frío y el dibujo que un día tus manos tatuaron en mi espalda arde. Pero un día sonreí.
Era un cálido día de tonos veraniegos y tus labios dejaron tras un beso una sonrisa en los míos.
Sonreí porque te escondiste del mundo junto a mí bajo unas sábanas color pistacho que nos hacían invisibles, invencibles. Teníamos el súper poder de detener nuestros corazones al tocarnos.
Mis dedos jugaban con tu cuello y caminaban sobre tu pecho. Me mordiste el hombro cuando me senté sobre la cama y yo sonreí. El sol de las cuatro y doce minutos de la tarde brillaba por la ventana y yo sonreía.
Te aferraste a mi pelo porque querías escalar por él. Me sumergí en tu boca porque quería explorarte a través de ella.
Y sonreías. Tus dientes eran blancos aunque tus labios se habían vuelto rojos de comer fresas dulces.
Sonreí. Sentí la felicidad de la que un día lejano había oído hablar y sonreí.
El sol descendió por el cielo y en otoño te dejé. Me hiciste daño y te olvidé. O eso quise. Como los árboles se desprenden de sus hojas para que éstas hagan bonitas alfombras de recuerdos a su alrededor.
Ahora hace frío y el dibujo que un día tus manos tatuaron en mi espalda arde. Pero un día sonreí.
viernes, 3 de febrero de 2012
froid dans tes yeux
Frío en el suelo. Me encojo entera, hasta que mi rodilla roza mi hombro y éste, a su vez, mi mejilla. Si me hago un ovillo es posible parecer tan diminuta en este inmenso universo lleno de incógnitas, que quizás yo desaparezca. Sólo soy una ecuación más sin resolver.
Me gusta hablar de la soledad, tratar con ella parece llenarme. Me llena cuando estoy sola así como me llena cuando estoy vacía de besos. “Te quiero escuchar…” Sí, Pedro, yo también quiero escuchar su voz. Perderme en el brillo de sus ojos como cuando me mira tan fijamente que siento que su sola mirada sería capaz de hacerme el amor.
Nunca fui capaz de mirar a alguien tan directamente a los ojos. Siempre ha sido más fácil esconderse de ellos. Pero sus iris me atrapan de una manera que quita el aire. De repente, quedo desnuda ante sus pupilas y mi mente se aferra a ellas, atrapada en una jaula fría de la que no quiere escapar. Al mirarlo, se me olvida hasta el respirar.
“Al cantar, me duele el corazón…” El mío ha sido de piedra mucho tiempo. Me gustaba que fuera así. Pero ha tenido que llegar él con su marítima mirada y convertir la piedra en humo.
Él, lo imposible.
Él, lo inverosímil.
Tanto como lo son sus ojos.
Sigue haciendo frío y el universo continúa ignorándome. Me gusta así. Es más fáxil pasar desapercibida. Desaparecer. Hacerse invisible. Así la piedra no arde, igual que mis lágrimas no podrán ser más que humo…
Me gusta hablar de la soledad, tratar con ella parece llenarme. Me llena cuando estoy sola así como me llena cuando estoy vacía de besos. “Te quiero escuchar…” Sí, Pedro, yo también quiero escuchar su voz. Perderme en el brillo de sus ojos como cuando me mira tan fijamente que siento que su sola mirada sería capaz de hacerme el amor.
Nunca fui capaz de mirar a alguien tan directamente a los ojos. Siempre ha sido más fácil esconderse de ellos. Pero sus iris me atrapan de una manera que quita el aire. De repente, quedo desnuda ante sus pupilas y mi mente se aferra a ellas, atrapada en una jaula fría de la que no quiere escapar. Al mirarlo, se me olvida hasta el respirar.
“Al cantar, me duele el corazón…” El mío ha sido de piedra mucho tiempo. Me gustaba que fuera así. Pero ha tenido que llegar él con su marítima mirada y convertir la piedra en humo.
Él, lo imposible.
Él, lo inverosímil.
Tanto como lo son sus ojos.
Sigue haciendo frío y el universo continúa ignorándome. Me gusta así. Es más fáxil pasar desapercibida. Desaparecer. Hacerse invisible. Así la piedra no arde, igual que mis lágrimas no podrán ser más que humo…
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jueves, 2 de febrero de 2012
Poesía de mierda: Y si me canso de ti
El cielo será azul
La lluvia fue mojada
Y si me canso de ti
El mar seguirá salado
Y si me canso de ti
No será tragedia
No será mayor drama
Más bien una comedia
Las estrellas brillarán
Algunas murieron ya.
Y si me canso de ti
El universo es una incógnita
Y si me canso de ti
Podré respirar sin
Que me falte tu aire
Y si me canso de ti
Podré ver otros ojos
Sin andar a tientas azules
El cielo será negro
La lluvia fue de gotas
Y si me canso de ti
La noche seguirá al acecho
Luna de Coco
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