sábado, 4 de febrero de 2012

l'amour était trouvé

Sonreí. Tus manos acariciaron mi espalda y yo sonreí.
Era un cálido día de tonos veraniegos y tus labios dejaron tras un beso una sonrisa en los míos.
Sonreí porque te escondiste del mundo junto a mí bajo unas sábanas color pistacho que nos hacían invisibles, invencibles. Teníamos el súper poder de detener nuestros corazones al tocarnos.
Mis dedos jugaban con tu cuello y caminaban sobre tu pecho. Me mordiste el hombro cuando me senté sobre la cama y yo sonreí. El sol de las cuatro y doce minutos de la tarde brillaba por la ventana y yo sonreía.
Te aferraste a mi pelo porque querías escalar por él. Me sumergí en tu boca porque quería explorarte a través de ella.
Y sonreías. Tus dientes eran blancos aunque tus labios se habían vuelto rojos de comer fresas dulces.
Sonreí. Sentí la felicidad de la que un día lejano había oído hablar y sonreí.
El sol descendió por el cielo y en otoño te dejé. Me hiciste daño y te olvidé. O eso quise. Como los árboles se desprenden de sus hojas para que éstas hagan bonitas alfombras de recuerdos a su alrededor.
Ahora hace frío y el dibujo que un día tus manos tatuaron en mi espalda arde. Pero un día sonreí.
                                 

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