lunes, 4 de julio de 2011

reflexiones nocturnas


El otro día me crucé con un amigo que justo volvía del Erasmus. Tras una pequeña charla, concluyó su experiencia diciendo que había un claro antes y un indudable después del Erasmus. Que hacía un máster y volvía a Francia. Y no me extraña, tal como está la situación en España. Vaya mierda tener que irte de tu país, tus raíces, tu familia, tu vida; para poder vivir. No vivir mejor, sino vivir. Porque estar devorado por una rutina agobiante que sólo te permite pensar en si llegarás a fin de mes porque la escoria de políticos que has votado quizás se estén quedando con tu dinero... Eso no es vivir.


En todo el mundo hay problemas. Maldito capitalismo. Pero es que, ¿a caso otro sistema económico funcionaría? No nos engañemos, el comunismo es utópico. Un capitalismo mal disfrazado que se desnuda en cuanto el abuso de poder de quien está en el Estado es demasiado evidente.

Quizás me equivoque, pero me queda mucho por ver para rectificarme aún. Eso me gusta de mí. No soy radical, simplemente tengo opinión. Y estoy dispuesta a cambiarla si es que considero que debo rectificarla después de haber escuchado unos buenos argumentos que me abran los ojos.

Tengo unas ganas locas de independizarme, viajar, trabajar. Sí, intentar comerme el mundo antes de que él me haya devorado a mí sin yo apenas haberme dado cuenta. Alemania, China, Francia, India, Italia, Noruega, Kenya, Canadá, Brasil, Marruecos, Australia, Chile... Hay tanto, tantísimo que ver y tanto de lo que aprender. No sé si llegaré a pisar todos o alguno de los incontables países que pasan ahora por mi mente. No sé qué será de mí ni mucho menos qué será del mundo. ¿Acabaremos como en el Planeta de los Simios? No la he visto, pero mi madre me la explicó hace no mucho. De todas maneras tiene un final predecible. El hombre es un lobo para el hombre, vaya novedad. Porque sí, el peor enemigo de la humanidad no es otro que el mismo ser humano.

Al menos a mí siempre me quedará escribir. Unos tienen imposibles sueños o instrumentos con los que evadirse, otros se refugian en las fórmulas matemáticas. A otros les basta con cerrar los ojos. A mí dadme boli y papel para saber y recordar quién soy.

Me encantan estas reflexiones nocturnas. Me encanta poder hablar de otras cosas que no sean amor. Así siento que no soy la típica lela adolescente compadeciéndose porque "Oh, hoy no me ha mirado". Y si tanto odio a esas adolescentes es porque yo fui una, la peor de todas. Pero eso se acabó. Tengo cerebro de mujer y no voy a malgastarlo.
 

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