Ella es única. Una gota de agua perfecta perdida entre millones de la lluvia, una rosa con más pétalos que el resto. Ella es maravillosa. La persona por la que me levanto cada día, la razón de mi contínua sonrisa, ancha y alegre. Ella es especial. Una chica que, a diferencia del resto, por primera vez me ha hecho sentir, amar de verdad. Enamorarme, volar, soñar sólo con ella y sus lacios cabellos cobrizos; sus ojos oscuros llenos de misterio...
Ella es sensible. Ha sufrido y ha disfrutado, pero es demasiado débil a la vez que demasiado orgullosa y valiente. Débil por haberse escondido. Fuerte por haber aguantado y haberse levantado. Ella es cada golpe que ha recibido, cada lágrima que se ha dedicado a sí misma. Tración, dolor, maltrato. Veneno que ha sido su antídoto para la mujer que es hoy.
Ella es el sol y también es la luna, sus cabellos brillan irrandiantes, hechizantes, y su piel de terciopelo me embruja ahora que me gustaría pensar que es mía. Pero ella no es de nadie. Es algo que comprendí desde el día que vi su ojo morado que se enfrentaba al mundo llorando en el rincón del portal de mi casa. Ella pertenece al viento y al mar...
Ella es cada beso tierno, dulce, apasionado y veloz, deprimido y juguetón. Cada caricia y cada abrazo, cada suspiro y cada sueño. Ella es lo que este mundo cruel le ha preparado durante toda su vida. Ella es lo que ha aprendido de los puños de fuego de un hombre que jamás volverá a tocarla.
Ella es mi sueño. Ella es la chica que adoro. Ella es la valiente Juana de Arco, la vanidosa María Antonieta.
Ella es cada mujer maltratada, cada mujer que no sabe alzar su voz. Cada mujer que puede denunciar algo que sabe que pasa pero que no se atreve a actuar. Ella es cada víctima del maltrato. Ella es yo, ella es nosotros, ella es nosotras.
Por la violencia de género que recientemente ha causado dos víctimas más en España...
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