El sabor azul de esta noche que nos envuelve me hechiza y se confunde con la sensación de tus labios en mi boca, haciéndome sentir que brillamos más que la luna llena reflejada en el Mediterráneo. Palabras y besos, caricias y risas. Cosquillas saladas y esos ojos oceánicos tuyos que convierten una noche otoñal en algo especial. El abrazo que de repente me atrapa y sin embargo me libera de todo a la vez, es equivalente a la sensación de plenitud que llena el vacío que tanto tiempo me había invadido...
Y yo quisiera pasar más tardes y noches así, con lunas menguantes, nuevas y crecientes iluminando las caricias con las que bailan tus manos y mi melena. Ríes y dices que el astro que tanto admiro no es más que una piedra... Pero es la sensación que nos produce mirarla lo que nos hace sentir especiales y atribuirle la belleza que nos falta en nuestra rutina, quiero contestar... ¿Te asustarás si digo que también quiero ser tu luna, pero sólo si eres tú el sol que la ilumina...?
El miedo me inunda como la marea que sube al pensar que te estás convirtiendo poquito a poquito en alguien especial, devolviéndome la fe, haciéndome creer... Rompiendo todos mis esquemas y haciéndome sonreír sin motivo aparente.
Cierro los ojos e inspirando fuerte guardo todas las texturas de los aromas de este momento en mi memoria. Soy una reina rodeada de sus riquezas... Lo tengo todo, poseo un mar que ahora siento más mío que nunca, soy capaz de alcanzar la luna y hacerla mía y además me atrevo a sentirme dueña de tus ojos mientras miran curiosos la expresión de mi mirada castaña. Arena y mar, océano y tierra. No somos nadie en este mundo y al mismo tiempo nos convertimos en los protagonistas de la vida de las olas que nacen y en pocos instantes se extinguen a nuestros pies...
Y nos quedamos así, atrapados en el sabor azul del mar que nos regala la nocturnidad salada que tu voz es capaz de convertir en dulce...
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