Te echo de menos a cada palabra que intercambiamos, a cada mirada que me lanzas. Verte y no poseerte, sentirte sin poder tocarte.
Te sientas a mi lado y pretendes que todo sea tan natural como siempre, pero las cosas han cambiado. No sé si es por el cariño de la amistad o porque quizás nunca antes se me ocurrió mirarte con otros ojos, pero resulta que ahora me enamoras. Me hechizas con cada tímida sonrisa, con cada mirada de soslayo. Con cada enfado inocente, con cada tontería de las nuestras. Y me haces sentir tan vulnerable... Vuelvo a sentirme como una niña de 14 años encaprichada por unos ojos chocolate.
Te sientas a mi lado y pretendes que todo sea tan natural como siempre, pero las cosas han cambiado. No sé si es por el cariño de la amistad o porque quizás nunca antes se me ocurrió mirarte con otros ojos, pero resulta que ahora me enamoras. Me hechizas con cada tímida sonrisa, con cada mirada de soslayo. Con cada enfado inocente, con cada tontería de las nuestras. Y me haces sentir tan vulnerable... Vuelvo a sentirme como una niña de 14 años encaprichada por unos ojos chocolate.
Te echo de menos si es a otra a la que miras, a otra a la que hablas. Y ya no son celos, es la añoranza de verte y que no puedas ser mío. Me estremezco si siento tu aliento en mi nuca, como cada vez que tratas de sorprenderme con un abrazo amistoso por la espalda. Me quedaría allí siempre atrapada...
Compartiría muchos más amaneceres a tu lado, contigo soy capaz de ser quien soy. Contarte mis secretos, abrazarte el corazón con mi mirada. Pasar tardes de verano estirada sobre ti sin nada que hacer más que tenerte. Enamorarme, enamorarte. Embriagarnos de nosotros mismos, compartir recuerdos que duelan algún día.
Por ti me arriesgo. Por ti me lanzo. Por ti me atrevo. Porque te echo de menos hasta cuando estás a mi lado.
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