Es increíble cómo nuestra mente selecciona los recuerdos. Aquellos que borra en seguida, aquellos que se graban con todo lujo de detalles. No recuerdo qué comí ayer, pero recuerdo el tacto de tus dedos sobre la palma de mi mano, dejando que te arrastrara entre la multitud, como si los sintiera ahora mismo. Cálidos, con una suave aspereza. Tus ojos interrogativos, tu boca muda. Es increíble lo íntimo que se puede convertir un gesto. Decir te quiero es una cosa, transmitirlo con cada ínfima parte de tu cuerpo, expresarlo a través de cada una de tus extremidades, desprenderlo por cada poro de tu piel, eso es algo muy distinto.
Esa noche todo mi cuerpo te decía a gritos que te quería, imploraba, suplicaba, lloraba por tu eterna compañía. Hoy, casi un año después, rendida, sólo esta presión ahogante en el pecho es capaz de decirte cuánto te extraño.
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