domingo, 31 de julio de 2011

Historia de un Sin Nombre

Quisiera escribirte los versos más bellos jamás soñados, llevarte a los lugares vírgenes que sólo tú y yo contemplaríamos. Cuánto ansiaría no tener que cerrar los ojos para verte, desearía tanto que tú, sueño perfecto, fureas mi realidad palpable eterna... Pero hace frío y mi celda está húmeda. Mil sentimientos más oscuros que este lugar me atrapan. Las ratas se comen entre ellas y no sé qué siento más, miedo o repugnancia. Los días pasan sin saber cómo ni cuándo y mi alma encoge más rápido que tus esperanzas. Oigo el eco de tus sollozos dos celdas más allá... Tus gritos aterradores me condenan más que las gélidas paredes de esta prisión al convertirse en el más desgarrador estruendo jamás sentido por mis oídos.

Los soldados vuelven a por ti y siento cómo te torturan. Duelen más las heridas no físicas porque duele sentirte sufrir y no poder sufrir por ti. Quiero gritar, luchar, llorar de rabia. Orgullo, honor.. ¿Qué es éso? La vida de un guerrero convertida en sustancia podrida que muere lenta y dolorosamente al no tenerte... Me dueles en el alma. Quisiera coger tu mano y no tener que soltarla nunca. Quisiera matar tus lágrimas y dolores y condenarlos a un sufrimiento mayor al mío, si posible... Oigo tu desesperación, oigo su traición. Trato de levantarme y chillo, chillo con todas mis fuerzas, arrojándome contra la astillada puerta con rabia e impotencia...

Pero no me he movido. No he susurrado mote alguno si quiera. Porque no vivo, y vivo menos sabiendo que tu vives desviviendo una vida que no te pertenece... Y poco a poco, como el aliento de mis labios, tu sufrimiento cesa al ritmo que los soldados se van.

¿Qué ha pasado? ¿Qué mundo es éste? Defender tus ideales, luchar por tus sentimientos... Pero siempre son los alacranes los vencedores. Sanguijuelas, arañas. Seres fríos y distantes que jamás sintieron algo verdadero. Susurro tu nombre y la brisa de mi voz parece ser oída en tu alma. Lloras en silencio, gritas sin ser oída. Y me dices, sin embargo, que me quieres...

Crees que no te oigo, pero saboreo cada milímetro de tu voz como el más intenso de los manjares existentes... Sólo nos queda soñar, esperar. Luchar de nada sirvió. Y no es hasta que he llegado a este punto hasta que me he dado cuenta de cuán imbécil es el hombre. Siempre ansiando poder, el único poder que quiero ahora es el de poder sentirte respirar en libertad... Te cojo la mano en mi mente y tú la estrechas con delicadeza. Apartando las llamas de tu pelo rojizo, me atrevo a decirte cuántas ganas tengo de ti susurrándote melodías efímeras que bailan al son de mis manos sobre tu piel. Y te duermes entre suspiros marítimos y sonrisas al sol...

Pero la realidad cruda, insípida, nos despierta. Cinco metros nos separan y una gruesa pared de piedra medieval entre ellos. Pero aún y así noto que estamos unidos. Sin embargo, dueles en mi añoranza... Me dueles cada vez que eres tú la dañada. No me quedan fuerzas, no me queda vida. No quiero pelear, pero si por ti he de sentir la peor pesadilla... qué demonios, cualquier cosa haría. La vida ha sido demasiado corta como para malgastarla, y no ha sido hasta que tú has llegado a ella que he despertado y vivido el más bello e intenso edén...

Entre sueños y esquinas malolientes siento un vacío de repente. Y desapareces. Lo sé, lo percibo. No te veo pero tampoco te siento. Tu conexión a mi mundo se rompe, se esconde, porque te escapas, te rindes, te vas, huyes, vuelas... Y mueres.

  
Y yo, que me creía muerto, descanso en vida porque tú reposas al fin, muerta, olvidada, pero siempre amada, por un soldado sin nombre...

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