viernes, 2 de diciembre de 2011

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Yo sólo pedía a gritos con mi mirada un abrazo. Pero no uno de esos superficiales o de esos que se despiden diciendo "hasta luego", sino uno de esos en los que te ves atrapada y de repente es como si encajaras en el universo, enjaulada en unos brazos más grandes o más menudos, fuertes, débiles, cortos o largos, pero que te tienen entre ellos el tiempo suficiente como para quitarte las ganas de explotar... Uno de esos abrazos en los que no se calcula el tiempo, que duran siglos y segundos al mismo tiempo, y, al separarte, es como despertar y saber decir gracias con la mirada a unos ojos que, si eran antes extraños, ya nunca más lo serán...
           

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