domingo, 18 de diciembre de 2011

sunrise

             
La brisa matutina mecía su pelo castaño. El sol hacía brillar sus ojos de manera especial. Tenía la mirada perdida en algún lugar de aquel inmenso mar que lo hacía parecer insgnificante, acurrucado en la hamaca de aquel ostentoso balcón. Incluso yo era capaz de sentir en cada poro de mi piel la melancolía del ambiente, la tristeza con la que sus manos se deslizaban por los cojines, en busca del cariño de alguien que no estaba a su lado. Tenía un aspecto tan desolador, parecía tan solo, tan perdido... Sin que supiera que lo obersvaba desde el umbral de la ventana, sentí unas ganas inmensas de ir y abrazarlo súbitamente, protegerlo con mis finos brazos de aquello que lo atormentaba y lo hacía parecer tan indefenso ante el mundo. Sumergida en mi imaginación, descubcrí que él ya había percibido mi presencia cuando empezó a hablarme.
          

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