domingo, 20 de marzo de 2011

...et la Lune s'est moquée de moi



Son días en los que te sientes mal. No hay canciones ni libros que te reconfroten. Te sientas frente a la televisión para dejar pasar las horas muertas. El mundo va demasiado rápido y has perdido varias veces el turno para subirte al tren de la Tierra. Creías que iba a ser más fácil. Siempre lo pensaste, creías en ello ciegamente. Ahora no sabes qué decir, qué hacer, ni siquiera sabes qué comer. Sólo te apetece quedarte hecha un ovillo bajo el edredón, esperando a que el tiempo te acompañe, deje de hacer un jodido y brillante día de primavera y se ponga a llover de una vez. Quieres oír las gotas sobre tu persiana, porque si recuerdas el sonido te parece que algo se rompe. Y así siente sque hay algo más roto a parte de tí, de tu corazón, de tu mente, tu alma. Y el problema es que nadie te ha roto, tampoco nadie sabe suturarte las heridas.

Toda la perversión, el sexo, las bebidas, la fiesta, la noche, las luces, los colores... todo se apaga, ya nada te divierte. Has olvidado a disfrutar. Estás ausente, y no sabes cuánto durará. Bécquer y Neruda no te reconfortan. Tampoco te puedes esconder entre los brazos de Rosalía de Castro, ni siquiera ella te entendería a pesar de su eterna saudade. Moccia te parece ridículamente ñoño. Ves el mundo demasiado cruel cuando escuchas cualquier detalle que indica desigualdad, injusticia, maltrato... Dolor. Miedo.

¿Para qué vivimos? Los renacentistas dirían que es una oportunidad que se nos da para disfrutar. Carpe jodidamente diem. Los barrocos discutirían que se nos trae al mundo para sufrir, que cada día que pasamos es un día más que morimos, un instante más cercano a nuestra muerte, a la Nada. ¿La Nada? ¿Por qué es nada? Porque nada es ausencia de algo. Ausencia de dolor, por ejemplo.

Nunca me ha gustado pensar demasiado, pero estos últimos meses no sé hacer otra cosa. Necesito tirarme de 10 metros de altura hacia el mar, necesito volar en paracaídas, ir en moto a toda velocidad sin casco, necesito sentirme viva y dinámica para no sentir que por dentro estoy un poco muerta, cada día más apagada y descolorida. Es como si todos los colores de los que me habían pintado hasta ahora se destiñeran sin motivo alguno, sin razón aparente.

La Luna hoy no es cruel. Se ríe de mí, pero veo en el fondo de sus mares tristeza, como un destello de melancolía en los ojos de alguien. Sus cráteres son profundos como mis heridas sin curar. Se ríe de mí porque me entiende, porque ella un día se sintió así de sola y tampoco supo qué hacer. Hasta que aprendió a cómo sobrellevar la soledad. Yo busco ese cómo. Debajo las piedras, en el teclado de mi ordenador, en lo más hondo de mi corazón. En unos ojos lapíszuli que ya no veo y que están demasiado lejos de aquí, en los abrazos que ya nadie me da. En esos "te quiero" que no se dicen pero que deberían demostrarse más a menudo. Quizás si me hubieran dicho más veces "te quiero" yo también lo diría con más facilidad, pero me es imposible. Me gana el orgullo, me vence el miedo al dolor...




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