Llueve en mi ventana, llueve ahí fuera. No hace frío, pero yo siento mi corazón helado. Tan gélido, que si cayera al suelo se haría trizas en apenas unas milésimas de segundo. Tú no estás... No quiero que estés. La monotonía me ha devorado y he sucumbido a ella, me he rendido. Se acabaron los largos paseos y risas junto a la playa de diciembre, se acabaron los crepúsculos viendo el mundo pasar, sabiendo que a nuestros pies había miles de vidas ajenas a nuestros besos. Se ha acabado todo... Necesitaba que se acabaran las complicaciones y mis dolores de cabeza, preferí cortar de raíz. Duele demasiado si dejas crecer un sentimiento que te come y que, en el fondo, sólo te hace daño.
Llueve en mi persiana, llueve en mis párpados. La Luna que nos espiaba y que tanto me envidiaba no sabe por dónde salir, cómo escapar. Yo tampoco sé a dónde iré, tampoco sé si me quedaré aquí para siempre. Si volveré a caer en tus brazos o en los de otro, no sé si me enamoraré pronto o si seguiré aillando mi corazón con fuertes muros durante mucho tiempo. No lo sé, no sé nada. Sólo sé que hoy es día de lluvia.
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