jueves, 17 de marzo de 2011

te diría tantas veces gracias con un te quiero...

Odio todas aquellas veces que te hice callar. Porque ahora lo único que puede darme fuerzas para continuar es oír de nuevo tu voz. No sé que tienes, quizás nunca lo llegue a saber. Pero es por esa intriga que deja tu sonrisa en mis pensamientos durante toda la semana por lo que te admiro, te quiero y te extraño. Te echo de menos, demasiado. Duele no olerte como cuando me abrazabas. Recuerdo los momentos en el tejado y me derrumbo como las ruinas de aquella casa escondida en la que pasábamos las noches contemplando las estrellas entre besos y cosquillas. Supiste escucharme, me cogiste de la mano y tiraste de mí hasta mucho más allá de la superficie. Me hiciste volar, lejos, a lugares desconocidos, más allá del universo…
Por ello te necesito de nuevo. Necesito que me mires y me toques. Que me despiertes de esa manera tan dulce, junto a ti.
Pero el tiempo se agota, se acaba, se escurre, muere. Al fin y al cabo tú y yo no estaremos siempre juntos. Una vez dijiste que éramos dos gotas de agua con diferente físico pero el miso alma. No creía en la espiritualidad, pero sigo viéndonos como dos gotas de agua que inician su recorrido juntas, pero luego se separan, porque otras lágrimas del cielo se interponen en el camino, hasta que llega el momento en que chocan contra el suelo rompiéndose en mil...

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