Son las once y tres minutos pasados de un martes raro con sabor a domingo. Extremoduro dice que quiere fundirse en mi fuego como si fuese de cera... Yo también quiero hacerlo, yo también tengo una persona idealizada. ¿Qué espero de ella? Nada. He esperado tanto de tanta gente y tantas veces he fracasado que ya siento que no puedo pedirle nada a nadie. No puedo exigir, esperar.
Siempre en estado de espera... así he pasado yo los últimos meses. Viendo la gente ir y venir, pasar... Viviendo una pequeña parte de su historia, siempre en tercer plano, ni siquiera merezco un papel secundario. Cada uno de ellos me ha dejado un trocito diminuto de su esencia, pero nada que me llene. ¿Y qué le voy a hacer? Si mi alma está vacía, hecha del mismo material que el de los sueños, que al despertar se desvanece y nunca regresa en su exactitud.
Recuerdos fugaces. Algunos dulces, otros incluso falsos. Memoria mentirosa que sólo intenta sanar las heridas dentro de ti, ésas que nadie ve, ésas que nada cura. Yo también sueño con que alguien sueñe algún día conmigo. Yo también sueño con que los sueños se materialicen y llenen el espíritu que tan vacía me hace sentir. Yo también quiero llenar mis días de poesía, sin excesos, sólo dulzura. Quizás sea demasiado romántica, pero no pido el cielo, sólo un espacio diminuto en la Tierra, quizás en el rincón abandonado de algún corazón vagabundo.
Creo que tengo un problema. Me aferro al pasado y sufro en silencio, no digo lo que siento de verdad, me cuesta horrores. ¿Y qué le hago si nunca me han dado más que motivos para desconfiar? Intento que me descubran a través de detalles sutiles, jamás doy el primer paso. Tengo miedo de darlo en falso y caer en picado al vacío que tantos momentos me ha hecho compañía. Tengo un problema. Me da miedo mirar al futuro y me da más miedo aún tener ese primer miedo. Temo no evolucionar, temo no tener etapas en la vida con pequeños finales felices ni más besos bajo la lluvia. Romántica sí, atemporal también. Descolocada, quizás buscando algo inexistente.
Hay libros y poesías, canciones y enciclopedias, pero nada de eso es capaz de describir el añoro de un recuerdo perdido, de aquello no vivido. Ninguna mariposa es tan bella como el sueño de tener un segundo perfecto en la vida, ni ninguna gota de lluvia es tan refrescante como ese instante en el que te das cuenta de que la perfección no existe, pero es ésa la excusa que tenemos para seguir soñando con algo cuando sentimos que ya nada nos queda. Ningún diccionario define tan bien los besos y caricias de una persona como los dibujos de sus manos sobre la piel que ansia, nada describe la ternura salvaje con la que se quiere a alguien la primera vez que te sientes enamorado, encaprichado, desde hace mucho tiempo. Nadie idealiza mejor la otra persona que ésa que le canta las palabras más bonitas que jamás fueron escritas con una sola mirada a su amor.
La gente habla de cursilería y de que el amor está sobre valorado. Yo creo que lo que sucede es que éste ha derivado de tantas maneras que ha llevado a ser una droga falsa, una droga de la que la sociedad quiere depender para escapar de su rutina, una droga que no es más que algo efímero e irreal, algo que nos sacia al momento. El amor, si es tierno y se siente, no tiene por qué ser empalagoso. Hay que saber adecuar las medidas justas a las personas que lo sienten. A veces surge la química con un solo roce de manos como otras se fuerza el sentimiento sin saber exactamente por qué.
Extremoduro sigue susurrándome al oído motes angustiados que buscan dónde caer para ser sentidos, escuchados y valorados. Me siento como ellos, perdida en el aire, flotando, a la espera de que algún corazón suba a los oídos de algún interesado y sienta todo lo que tengo por dar...
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