jueves, 30 de junio de 2011

reflexiones marítimas

[...] Últimamente sólo he tenido una frase en mi cabeza. Maldito el momento. Maldito y jodido el momento en el que decidí enamorarme de él, no echarme atrás. Y aunque hay roce y cariño, no aguanto verlo tontear con otras, por mucho que esas otras ya tengan pareja. Los celos me matan. CELOS. Esa sensación horrible que nunca antes había sentido. Tengo miedo de quererlo ahora que todo se acaba y empieza el verano, una nueva etapa. La universidad. Tengo miedo de haberlo tenido todos estos años a mi lado y no darme cuenta de lo importante que es para mí hasta este último momento. Tengo miedo de estar sentada en la ventana del camarote con los reflejos del sol sobre el mar a mi lado y sólo ver su cara si miro al cielo. Tengo miedo de desear sólo que me abrace y de esperar como una inútil patética a que entre por la puerta oscura situada a mi izquierda. Tengo miedo de perderlo, tengo miedo de estarme enamorando.

 
Tengo ganas de llorar. Porque es el final total de una etapa quizás, o pouede que porque tenga a mi alrededor el Mediterráneo. Puede también que sea por el lío mental que provocan tanto su ausencia como su presencia en mi cabeza. Oteo el horizonte en busca de respuestas. El problema es, sin embargo, que ni siquiera sé cuáles son las preguntas.

Los primeros acordes de Dosed resuenan en mis tímpanos. Estoy melancólica y pensadora. Filosófica. Romántica. Bucólica, soñadora. De verdad es horrible. Es terrible la angustia que siento dentro de mí, porque me duele más pensar en un verano sin él que pensar en que todo se ha acabado...

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